SAN AGUSTIN

La manifestación peculiar de la cultura de los antiguos pueblos de San Agustín fue la escultura lítica monumental. Más de 300 estatuas han sido halladas, la mayoría en un área que aparece plenamente delimitada por las cuencas de los ríos Magdalena, Bordones, Mazamorras y Sombrerillos y los picos del Macizo Colombiano. Indudablemente los nativos quisieron hacer de esta región un verdadero centro ceremonial para las prácticas funerarias, presididas por los grandes monolitos, en los que ellos expresaron su estilo simbólico, sin que este propósito les hubiera impedido tallar formas de gran naturalismo. Los bloques en que fueron talladas son tobas volcánicas y andesitas púbicas, algunas de grandes dimensiones, hasta de más de 4 metros de altura y de varias toneladas de peso. Con excepción de la vecina región de Tierradentro (Cauca), en ninguna otra zona de Colombia se presentan estos rasgos monumentales de la escultura y puede afirmarse, por consiguiente, que ellos están confinados al Alto Magdalena. La estructura general del complejo arqueológico de San Agustín ofrece algunos rasgos muy característicos, como la homogeneidad de ciertos elementos y su continuidad a través de los distintos períodos evolutivos, lo que habla en favor de un parentesco cultural de los diferentes grupos que allí concurrían y de una larga tradición de los mismos, expresada en elementos indicativos como la cerámica y la industria lítica, como también en ciertos motivos representados en las esculturas, cuyas formas ancestrales se inician por lo menos en el siglo VII a. n. e. y persisten, al lado de otras posteriores, hasta el siglo XVI de nuestra era.
El dualismo es un rasgo sobresaliente en la cultura de San Agustín. En la estatuaria se ven, al lado de las representaciones femeninas, otras de sexo masculino. Constituye esta característica una de las peculiaridades que se han señalado como propias del llamado Período Formativo en América precolombina. En San Agustín, como en Mesoamérica, las creencias religiosas de los nativos dieron origen a un complicado culto ceremonial, en el cual jugó un papel significativo el ritual de las danzas de enmascarados. Aún persiste esta práctica entre varias de las tribus que habitan en la Amazonía, las cuales usan disfraces fabricados de tela de corteza de árbol, pintados de varios colores. Es indudable que la mayoría de los monolitos del Alto Magdalena llevan estas representaciones. En las colecciones del Museo del Oro del Banco de la República se ven figuras enmascaradas, algunas de una sorprendente similitud con las de San Agustín, como puede observarse en las figurillas de remate de los alfileres calimas, en las que el disfraz que cubre la cabeza y la cara de los personajes está sostenido con las manos, al igual de las que seguramente quisieron representar los artífices agustinianos en varias esculturas de los yacimientos arqueológicos de Quebradillas y de Ullumbe.
Como ocurrió en el período formativo de las demás culturas de la zona andina y de Mesoamérica, las creencias mágico-religiosas estuvieron en íntima relación con su principal base de sustentación económica, la agricultura, como también con la caza y la pesca. Son los mitos que integran la fauna mágica, en la que son particularmente frecuentes varias especies, asociadas a su cosmogonía. De ahí que en la estatuaria aparezcan representados varios mitos. El sol, la luna, el rayo, la lluvia y otros fenómenos naturales se personifican y expresan en sus símbolos. Las deidades aparecen antropo-zoomorfizadas y estrechamente asociadas a los ritos mortuorios. El sol y la luna presiden su panteón religioso. También la serpiente ocupa un papel preponderante en las representaciones escultóricas de San Agustín y en la fuente ceremonial de Lavapatas. Una estatua que se encuentra hoy en el Parque Arqueológico, en el llamado "Bosque de las Estatuas", presenta las manos dobladas sobre el pecho y estas sostienen, de la cola y de la cabeza, una serpiente enrollada. Los elementos que caracterizan esta escultura permiten interpretarla como una divinidad de las lluvias o como la representación de un sacerdote o mago de la tribu en el momento de invocar el espíritu de la deidad para que se pronuncie en favor del campo o de las cosechas.
La figura de un águila que sostiene una serpiente con el pico y con las garras, escultura que otros investigadores interpretan como la representación de un búho, debió tener en el mundo de las creencias de los antiguos agustinianos una significación especial. Posiblemente fue el símbolo de la creación, relacionado con el origen de la luz y del fuego y de la jerarquía política, es decir, el símbolo por excelencia del poder. Motivos de aves rapaces en piezas de orfebrería han sido hallados aquí como adornos personales, colocados como ofrendas en tumbas que debieron corresponder a personajes de la tribu. Entre los indígenas taironas, que moraban en el norte, en la Sierra Nevada de Santa Marta y en sus proximidades, el águila aparece también frecuentemente en los objetos de oro, lo mismo que entre los muiscas y quimbayas. Las estatuas que se denominan cariátides, porque estaban destinadas a soportar los techos de los grandes sepulcros en las Mesitas A y B del Parque Arqueológico son, seguramente, representaciones de guerreros. Tal es el caso de los monolitos que se encuentran en el montículo noroeste de la Mesita B y en los montículos oriental y occidental de la Mesita A. En estas estatuas aparece figurada, en forma naturalista, la imagen de guerreros, adornados con diademas especiales y portando las armas que ellos usaban (piedras redondeadas, que lanzaban con la mano, escudos o rodelas, que sostenían con la mano izquierda). En otras estatuas la rodela está sustituida por una maza corta, la "macana" de que hablan las crónicas del siglo XVI, usadas por los panches, muzos, cólimas y otros grupos, y que aun emplean los chimilas, un pueblo indígena que vive en las proximidades de la Sierra Nevada de Santa Marta.
El caracol, de varios géneros, se ve figurado en muchas de las esculturas agustinianas, sostenido con la mano izquierda, en las representaciones antropo-zoomorfas. En el área muisca y en la calima se han encontrado hechos en arcilla, cobre y oro. Además de su empleo como trompetas, al cual hacen frecuentes alusiones los cronistas del siglo XVI, el caracol tuvo especial significación como implemento para el uso de la masticación de la coca. En ellos se guardaba la sustancia alcalina que servía para provocar la reacción química que libera el alcaloide. En este recipiente introducían el palillo humedecido, que llevaban luego a la boca para mezclarla con las hojas del estupefaciente y que sostenían entrelazado con los dedos de la mano derecha. Una de las estatuas más interesantes de la zona, y que hoy se encuentra en la Plaza de Bolívar de la población de San Agustín, es una figura antropomorfa, con sombrero y boca felina y que sostiene con las manos un pez, es interpretada como una deidad de las lluvias. En varias culturas arqueológicas americanas este motivo se vincula también al cultivo del maíz y su acción fertilizante.

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